Cada Camino es distinto, ni el tiempo en el que trancurre ni la persona en si son los mismos. Aún así, llegando o abandonando, la experiencia siempre es enriquecedora. El Camino tiene la virtud de romper todos los esquemas preconcebidos dándonos la vuelta y volviéndonos a recomponer. Si quieres ver como me ha marcado a mí, sólo tienes que clicar en cada pestaña, espero que el viaje te resulte tan enriquecedor como ha sido para mí. ¡Buen Camino!
"El Señor dijo a Abraham: Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré" Gn 12,1

jueves, 22 de agosto de 2013

TERCERA ETAPA: REDONDELA-PONTEVEDRA (19,6 KM.)

 
Santuario de la Virgen Peregrina (Pontevedra)





CRÓNICA DE LA ETAPA:

Día muy duro el de hoy, pero al mismo tiempo muy satisfactorio. Definiría ahora mi estado de ánimo como eufórico. El perfil de la etapa en si no era muy duro, salvo un tramo que se me ha hecho especialmente eterno.

Salimos de Redondela sobre las 7:15, cuando comenzaba a clarear el día, y nos costó un poco de trabajo porque no localizábamos las señales y no había ni un alma en las calles. 

Perfil de la etapa

Una vez fuera de la ciudad hasta llegar a Arcade hemos ido alternando entre el asfalto de la N-550 y pistas asfaltadas, primero subiendo y después, bajando.  Al ser tan temprano e ir descansados, no ha supuesto un esfuerzo grande.  Como siempre, el paisaje es hermoso y nos gusta hacerlo en silencio, para apreciar los primeros sonidos del día, a los que nosotros añadimos el de nuestras pisadas.  Apenas encontramos otros peregrinos a esta hora, aunque al final de la etapa, solemos llegar más o menos a la vez.

Pontesampaio

Tras descansar unos minutos para desayunar, nos dirigimos hasta Pontesampaio y cruzamos su magnífico puente medieval de diez arcos, testigo de la derrota de las tropas de Napoleón en la Guerra de la Independencia, a manos de milicias populares y la tropa regular, los días 7 y 8 de junio de 1809. La marea estaba baja y las barquillas estaban varadas en la arena.


Pontesampaio


Tras cruzar el puente, hemos callejeado en ascenso por  calles estrechas y zigzagueantes, con sus casas de piedra y sus hórreos.  


Pontesampaio



Tras salir de la localidad, otro tramo por carretera y vuelta al bosque, siempre en ascenso.  Al comienzo del mismo había una chica vendiendo bastones de madera, alegando que nos iban a hacer falta y ¡anda que no tenía razón!  Unos metros más adelante nos esperaba una calzada medieval que quitaría el aliento al más preparado.  Imposible de subir si no es a pie, los peregrinos que van en bicicleta han tenido que cargarlas a hombros.  Me ha costado Dios y ayuda superarla, ¡hasta me he echado a llorar como una niña! 

Calzada medieval

Capilla de Santa Marta (Ganderón)
Poco a poco, el resto de los peregrinos me han ido adelantando y he sido la última en llegar a lo alto, pero lo he conseguido.  Tras la calzada quedaba aún un intenso tramo de subida, casi peor que ésta, dónde sólo se sentían las pisadas y la respiración fuerte del nutrido grupo que nos hemos juntado. 
Tras bajar, en el término de Ganderón, un cartero muy locuaz nos ha sellado nuestras credenciales en la Capilla de Santa Marta y nos ha insistido en que nos desviáramos de la ruta para hacerlo por el río; animados a hacerlo el grupo que nos habíamos juntado, al final no ha sido posible porque un vecino nos ha dicho que estaba cortado, ¡menos mal, porque sino ¿a ver dónde hubiéramos ido a parar?!

Hemos llegado al albergue público sobre las una de la tarde, como siempre de los últimos y, por suerte, hemos conseguido plaza.  No nos han tocado literas sino colchones en el suelo, lo cual es un alivio, porque sI te toca abajo, estás agobiado y si te toca arriba, incómodo, porque las literas se mueven un montón y te da la sensación de que la vas a romper y despanzurrar al que está debajo.  Hay lavadora y secadora, a 4 euros el lavado o el secado, así que esta vez me he ahorrado el trabajo y he hecho uso de ellas.

Tras asearnos y descansar un poco, nos hemos ido al centro de Pontevedra; como no habíamos andado bastante por la mañana, ahora el albergue se encuentra a 1,5 km. de centro, pero aún así nos hemos decidido, estamos superanimados y aunque tenemos agujetas en las agujetas, nos hemos puesto en marcha.
Santuario de la Virgen Peregrina (Pontevedra)


Pontevedra es realmente una joya, ¡qué cosa más bonita de ciudad! Tiene encanto, además las calles estaban llenas de gente paseando: peregrinos, turistas, familias,... Algo así como Calle Larios un día de fiesta.  Hemos escuchado misa en el Santuario de la Virgen Peregrina, y no sé por qué pero la Virgen me ha recordado a nuestra Pastora del barrio de Capuchinos, ¡ay, la morriña de casa!


Luego, otra vuelta por el centro histórico, considerado el segundo conjunto monumental de Galicia, tras Santiago, donde la afluencia de gente no había menguado y hemos comprado unas empanadas para cenar de Casa Solla, que por lo que se ve es garantía asegurada según me ha dicho una de las hospitaleras.  Hacía años que no veía envolver los paquetes y amarrarlos con cinta de rafia para llevarlos cómodamente en la mano.

De nuevo, vuelta al albergue, 1,5 km. de caminata de nuevo, ¡estamos hechos unos monstruos!.  Al llegar, una "molesta" sorpresa: ya había peregrinos acostados y durmiendo, con las persianas bajadas, ¡pero si sólo eran las 8:30 de la tarde!  El "toque de queda" en los albergues es a las 22:00, por lo que te sientes muy violento teniendo que entrar y salir del cuarto, para arreglar tus cosas a una hora más temprana, como que te ves muy limitado.

Ahora mismo son las 11:30 de la noche, ya se, duermo poco, pero no lo puedo remediar; además, duermo a saltos, veo todas las horas del reloj, pero los períodos de sueño son reparadores y siempre creo que las horas han avanzado más de lo que lo hacen.  Pero el temita de los durmientes precoces me ha puesto nerviosa, y el de bajar las persianas del todo, también, yo necesito luz, al menos un resquicio que me deje ver las siluetas en la oscuridad de la noche.  Así que aquí estoy sentada, en uno de los sofás del vestíbulo, escribiendo y esperando que me entre el sueño.  No estoy sola, también se encuentran unas chicas portuguesas curándose los ampollas de los pies por lo que doy gracias ya que, hasta el día de hoy, sólo me ha salido una, chiquita, debajo de una uña, que apenas me molesta.  Acaba de salirse del dormitorio otra chica; por primera vez, tenemos peregrino roncador en el albergue, ¡se oye desde fuera y con la puerta cerrada!

En fin, esto es toda una experiencia, ya hemos llegado al ecuador de nuestro Camino, ya queda menos para llegar a Santiago.



REFLEXIÓN PERSONAL:

Dicen que realmente, uno no hace el Camino, sino que el Camino lo hace a uno.  Que lo que encuentras es totalmente distinto de lo que pensabas, y es cierto.  No importan los kilómetros que recorran tus pies, tu mente y tu espíritu recorren muchos más, hacia delante, hacia atrás, sobre lo vivido, sobre lo que queda por vivir, sobre tí, sobre los demás; una ida y vuelta continua y en el centro, tu fe.

Los días van añadiendo a tu cuerpo cansancio y muchas agujetas, pero tu espíritu se va volviendo más ligero, aún en los momentos más críticos, cuando se te saltan las lágrimas porque no puedes más y las fuerzas salen de alguna parte escondida, descubriendo que eres más fuerte de lo que piensas, y no me refiero al plano físico.

También pienso en el poder de las palabras, no de ellas en sí, sino cómo se dicen y en el momento que se dicen.  Hoy, mientras subía la calzada medieval, tan hermosa como dura, muchos de los que me han ido adelantando me han dicho ¡ánimo!, pero dicho con sinceridad, con el deseo de que fuera así.  

Por eso, esta noche, la palabra que me ronda el pensamiento es  FUERZA, la que todos poseemos aún sin saberlo y la que somos capaces de transmitir a los demás, con una palabra de aliento, con un beso, con un abrazo o simplemente con nuestra presencia.  Con este pensamiento me voy a descansar, dejando que vaya calando, así calladito, en mi corazón.





Fuente gráfica perfil: Gronze.com

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